Solar Camera on the Landscape.
ARCHITECTURE OF HOW AND WHERE IS PRODUCED
<< Salvage choreography for the luck of a Village >>
Susana Velasco
A panoramic scene of an extensive landscape holds the architecture of a primitive presence. It is excavated on the rock and covered with a wooden structure. Next to it a mountain is made by the emptying of an excavation. Some demarcations invigorate this environment. We can hear people in the distance, and music that arrives with them. Preparing for a picnic, firewood and food, lagartera cloths, hats and umbrellas, holy pictures of pastoral scenes and a box with a saint. Workmen wearing white coveralls cover this architecture with a black mantle and wait for the sun reaches its highest point to begin to open holes in the tunic and thus draw channels where the dark interior begins to be crossed by beams of externality. And at the time of crystal technology indistinguishable from magic appears.
Escena I
Tenían el lugar hace muchos años pensado, en un punto pactado a medias con el pueblo vecino para tener un espacio de celebraciones común. Situado a mitad de camino entre los dos pueblos, el sitio aguardaba allí sin que se hubieran decidido a construir nada. Llegaron unos fondos públicos y el alcalde decidió que se haría una ermita.
Para la construcción se buscó una posición semienterrada, excavada y al mismo tiempo abierta al paisaje. Carpinteros, albañiles y constructores nos encargamos de encontrarle el lugar, la forma, el gesto; pasamos allí muchos días de replanteo, atentos a los signos que por allí circulaban, ensayando posiciones y hablando todo el tiempo, de modo muy tranquilo. En algunos pueblos es así, los silencios son activos y la conversación parece fluir sola sin pertenecer a nadie.
Algunos que pasaron por ahí contaban a los que no la habían visto que esa cosa construida era muy rara. Unos llegaron al bar del pueblo un día diciendo que la ermita se había escorado por un golpe de viento gallego. Mientras, los carpinteros trabajaban armando encuentros asimétricos y apuntalando una estructura que empezaba a orientarse en el paisaje. Durante todas las fases de su construcción este armazón fue acogiendo a los que allí estábamos y a los fenómenos que tenían lugar de modo similar a como los trazados reguladores conectan los puntos nodales en los cuadros barrocos. Nada de esto fue imaginado con anterioridad, fue visto en el momento en que iba sucediendo: un tejido de escuadrías de madera entre dos cotas que según crece proporciona un plano de consistencia a relaciones efímeras que se dan en su alrededor; unos marcos que articulan espacialmente la conversación y el trabajo de quienes están en su campo de influencia. Apoyarse en los trazados reguladores de un espacio no como figurante congelado sino como constructor-experienciador temporal. Nos sentábamos suspendidos sobre la estructura en obras a descansar, y a mirar hacia ese paisaje nevado y los tomillos de alrededor; y a charlar de todo a cuento de la construcción que allí se hacía. En pleno trabajo, con el entramado estructural a medias, Antonio el carpintero dice en voz alta: “Pero esto de qué estilo es, que yo no entiendo, ¿realista, surrealismo o qué es?”
La arquitectura se empieza a instalar aquí como un filtro mínimo para propiciar un fenómeno natural, un dispositivo para crear un lugar de contemplación, de refugio, o de reunión, la redescripción de una posición frente al mundo. Operar en un terreno no tocado por la arquitectura parece acercarnos a algún origen. Estos retornos se han venido produciendo en el tiempo, como en la revisión de las bases de la arquitectura que hace la primitiva cabaña de Laugier. Pero no se trata aquí de una cabaña sino más bien de una guarida, de encontrar o crear un lugar donde guarecerse permaneciendo aún en el mundo, un refugio y un observatorio para una experiencia, como guiados por un eremita hacia el lugar donde entregarse a las cosas mismas. El proceso de construcción material, en tantos casos velado, es aquí lo fundamental. Merodear por ese paisaje y todo lo que toma forma en él, atentos al trabajo de la tierra y a aquellos que pisan sobre ella, a los utensilios que por allí circulan y a los sonidos que dan forma al tiempo del trabajo. Buscando materiales desechados en el cercado detrás de la carpintería, roturando un lugar para la excavación, deteniéndonos en las marcas de los dientes de la pala sobre la roca o amontonando en un costado el volumen de tierra vaciada. El tiempo de la madera, el tiempo del hierro y el tiempo del cristal, se trató de encontrar las materias del tiempo. Las cosas comenzando a tomar forma. Tratando de aguardar el tiempo justo de las cosas para verlas aparecer. Estos tiempos tienen mucho de los aires que se respiran en la zona y de los ritmos de las conversaciones. En zona agrícola y ganadera, el trato de compra-venta de reses y cosechas pone en juego otras cosas aparte del intercambio económico, y la conversación misma es una negociación pautada por gestos y por lo se va sucediendo en el entorno.
El pueblo lo forman varias familias de tratantes de ganado, cultivos de secano y apicultura, hace años que fundaron una cooperativa para organizar el dinero mediante préstamos a bajo crédito para la compra de terreno o de reses. Las casas de las familias se van agrupando formando calles sinuosas, portalones de madera que dan a patios -las casapuertas- como habitaciones al exterior, llenas de plantas, cuadros santos y trofeos de ganado en las paredes. Las cubiertas de las casas están hechas de estructuras de madera donde entra la luz y el aire exterior por pequeños orificios, a estos desvanes por allí se las llama trojes, y como si se tratara de cámaras de reliquias guardan las cosas que han pertenecido a la familia: útiles del campo, espejos de azogue cuarteado, cuadros sagrados, montones de paños de lagartera, sábanas cubriendo, y alguna silla llena de polvo sobre la que descansar ahí arriba lejos de las labores diarias. Las trojes también eran guaridas, lugares donde tomar distancia de la aspereza diaria de la tierra y donde meditar o pasar el rato rodeado de las cosas que se rescatan y forman parte de ese mundo en construcción. El entramado estructural que empezaba a tomar forma con el cámara a algunos les recordó a esas trojes levantadas con maderos viejos, donde desde pequeñas troneras también se observa el paisaje.
Esta toma de posición en el hacer material de las cosas ha sido en este caso una toma de forma de la arquitectura. Tratar de encontrarse con el trabajo de la materia y con los rostros trabajados también de aquellos que le dan forma. No por recuperar una tradición como nostalgia de un pasado, sino más bien la voluntad de producir un encuentro radical con todo lo que conforma un lugar. A Herreruela íbamos César y yo todas las semanas, él es de esa zona. Salíamos de Madrid y cogíamos la carretera, que iba paralela a la sierra de Gredos; este paisaje era el mismo que daba fondo a la obra que se estaba haciendo ciento cincuenta kilómetros más allá. La vía de entrada al pueblo, como todos los de la zona, es una recta larga orientada hacia el Almanzor, antes de entrar se pasa bajo un luminoso colgado entre dos postes durante todo el año, que dice Felices Fiestas.
Escena II
Desde el inicio la construcción hizo su aparición como una cámara solar, una estructura plegada interceptora de fuerzas del lugar. Durante este tiempo la cámara fue un refugio allí en medio, comíamos a la entrada y dormíamos la siesta en un costado de madera. Todo esto fue mostrándose como una revelación en medio de este paisaje agreste. Entonces se empezó a preparar una inauguración para el mes de mayo, unos cuantos se encargaron de matar unos corderos y sacar el jamón de sus secaderos. Se llamó a unos músicos para que se acercaran tocando desde la dehesa. Cada uno se ocupó entonces de encontrar un quehacer. El lugar de la ceremonia fue pensado al aire libre, el desmonte del terreno produce una plataforma que acotada en su cara norte por la cámara y la montaña orienta la vista hacia un fondo de altar natural, el la sierra y los picos más altos. La fiesta sería en honor del Santo Isidro, un santo terrenal que se presenta en el campo mostrando las piernas desnudas tocando la tierra. La llegada de la figura fue una inesperada primera procesión, desde el maletero del coche lo llevaban en volandas el alguacil y el alcalde entre las encinillas y las avenas hasta la bocana de la cámara, que permanecía oculta por un plástico negro; en la oscuridad total se encendieron las luces de unos mecheros para alumbrar la imagen y situarla sobre unos maderos cruzados con la roca como fondo.
Entre tantos preparativos algunos veníamos trabajando hace tiempo en la transformación de la construcción en una cámara oscura. Este fenómeno parecía llevar un tiempo en latencia, aguardando también su momento. A la hora de la siesta infantil, recuerdo dejar las persianas entreabiertas y mirar cómo la calle en movimiento entraba y se proyectaba sobre el techo de la habitación; mucho tiempo después me encontré con este artefacto metido en la Torre Tavira, la torre vigía más alta de Cádiz, que mostrando las imágenes de la ciudad en movimiento en la cámara oscura empezó a operar sobre las cosas mismas de la ciudad; bajando por esa calle Sacramento se sigue llegando a la casa de mi abuela. Y ya durante el último eclipse solar, paseando bajo un encinar con una perra blanca, los efectos lumínicos de esta alineación astral producían pequeños eclipses de una luz lunar, un tejido de orbs múltiples que quedaban revelados efímeramente por el atravesar de ese cuerpo de pelo de cristal. Fenómenos como éstos que nos persiguen insistentes y que en algún momento comenzamos nosotros a perseguir.
Con esta idea de la cámara oscura llamamos a Alfonso y tomamos la misma carretera que recorríamos semanalmente pero ahora salíamos de noche para llegar antes del amanecer, allí nos esperaban Antonio el carpintero y Antonio el constructor, con unas mantas negras para cubrir la cámara, las mismas que se usan para cubrir las alpacas de paja. Agarramos el manto negro entre los que allí estábamos y ayudados por el viento que soplaba hacia Gredos cubrimos la cámara. Atirantado al terreno, comenzamos a abrir cuatro óculos en el costado del oeste y uno en el azimut. Hacia el oeste intuíamos que podríamos avistar la cadena del Almanzor, la caída del terreno hacia la planicie intermedia y el cercano pueblo de Calzada con la torre de su iglesia despuntando en medio del territorio. Este costado es el único que quedaba fuera de la excavación, producía un desmonte en el terreno y ofrecía una frente vertical. Este frente de desmonte se había resuelto con un muro de hexágonos apilados entre dos mallazos. Estas piezas las encontramos amontonadas en la trasera de la carpintería, ya viejas y llenas de musgo y liquen, habían formado parte del solado de una gasolinera y se decía que pertenecían al cura.
Este primer ensayo de la cámara oscura se hizo con los constructores, con los dos Antonios, Andrés, Javi y con los vecinos que por allí siempre rondaban: la hija y la mujer de Antonio el carpintero, David y Patricia, y resultó una suerte de toma de augures del lugar. Al abrir los sténopé en la cámara negra y situar en ellos las lentes de cristal los haces de luz empezaron a proyectar sobre el interior imágenes del exterior, produciendo una lectura de las señales que aparecían en el territorio. La primera imagen puede que fuera de un cielo con nubes encontrándose con masas de árboles, algunos pájaros cruzando, pero nuestros ojos todavía cegados no estaban preparados aún para ver una inmensidad que estaba rodeándonos, sólo al percibir las nubes del cielo enfocadas y las hojas de un árbol próximo moviéndose empezamos a gritar de alegría, pareció decirse un tierra a la vista. Allí ocultos en la oscuridad participábamos de una extraña co-presencia, asistíamos a un filtrado del exterior. Ese encuentro con las imágenes del mundo destiladas era estar exactamente en el seno mismo del mundo en movimiento. Entre el dentro y el afuera, una conversación; hablando a oscuras, la oscuridad parecía no acabarse, hasta que al cabo de un rato uno empezaba a distinguir. Sobre la roca y las vetas de maderaperfiles y movimientos del paisaje exterior. Los sonidos aparecían disociados de las imágenes del mundo que obteníamos adentro, la materia del sonido y la de la voz, que no se orienta hacia ningún frente, atravesaba el velo negro que nos separaba de ese mundo. Nos oíamos y hablábamos los de dentro con los de afuera como operadores de imágenes en la distancia, y fuimos empezando a utilizar el rendimiento de este mecanismo.
Íbamos adquiriendo una práctica de la luz y del cristal, ensayando distancias focales con diferentes lentes, ángulos de proyección, reflexión con espejos y modos de captación de aquello que se situaba enfrente de los cinco conos de absorción del mundo. Moverse a su vez en ese interior implicaba fundir efímeramente el propio cuerpo con esas imágenes exteriores del paisaje y de otros cuerpos que lo atravesaban. Un interior hecho de exteriores que transmutaba felizmente a los sujetos en espacio-tiempo. Las plegaduras de madera al exterior efectuaban el tránsito con el terreno rocoso, y esos mismos pliegues acogían ahora en su cara interna a una poliédrica y replegada bóveda celeste junto con los pájaros y todos los seres que por allí se cruzaban, el mar de nubes moviéndose, y alcanzando en el límite montañas, pueblos y horizonte. El paisaje total que forma ese mundo es absorbido y disociado en fragmentos, y acogido ahora en un receptáculo interno que repliega esas escenas y las configura según un orden nuevo no aparente. Haces de luz solar atraviesan las membranas cristalinas que licuan esa materia múltiple. Ese mundo toca realmente con sus radiaciones inmediatas –con sus luminancias– la superficie que a su vez toca mi mirada: el mundo tocándome con su propio cuerpo. En la densidad del cristal los visionarios ven el surgir del tiempo, su desdoblarse y escindirse, un registro en que el tiempo se inscribe y al modo de los primitivos arquitectos y maestros vidrieros de la época gótica este cristal sustituía la opacidad de las paredes por irisaciones temblorosas, pero aquí el cristal puro impulsa esa materia heterogénea transformándola en imagen-tiempo, y a diferencia de las pantallas de cine donde tras la pantalla no hay nada, detrás de estas pantallas está el mundo mismo.
Esta arquitectura negra fenoménica siguió funcionando esos días atirantada al terreno y recostada en la dehesa cerca de Herreruela como un Gulliver maniatado en Lilliput. Durante esos días fuimos poniendo a prueba su capacidad como catalizador espacio-temporal, como intercambiador de lugares o como de espaciador del tiempo. Se nos apareció como un artefacto de Athanasius Kircher rescatado del tiempo.
La inauguración abrió las puertas del gigante a todos los vecinos de la comarca que entraban a oscuras y preguntaban impacientes qué pasaba, entraban a tientas en un lugar donde no se sentían los límites, y donde además el terreno sobre el que se pisaba iba tomando diferentes inclinaciones; el volumen de aire era una especie de esfumato donde tras una espera las imágenes tomaban presencia. “Entiendo que entre la luz, pero no entiendo cómo puede entrar imagen”, se oía entre el tumulto, algunos intentaban atrapar en alguna superficie blanquecina la operación alquímica que explicara el fenómeno. Mientras en este mundo del afuera, abarrotado de figuras deambulantes en torno a la cámara, empezaron a ocurrir cosas. Algunos se enfrentaban a la cámara cabeza abajo, sosteniéndose sobre las manos, para invertir su imagen al interior y participar de los acontecimientos internos fundidos en el mismo plano; otros giraban en torno a la cámara llevando los cuadros sagrados que guardaban en sus trojes, y les daban la vuelta conscientes de que así inundarían el interior de la cámara con la imagen de la escena, sagradas familias en el campo con un cordero, imágenes santas en un cielo de ángeles. La figura del Santo Isidro paseaba también cabeza abajo, definiendo su contorno contra la bóveda del cielo.
Durante la fase oscura siguieron así produciéndose fenómenos extraños. En ese lado del afuera alterado, una mujer que rodeaba la cámara se sintió atraída por la pendiente del terreno que descendía hacia el paisaje exterior y expulsada hacia ese afuera terminó volcando invertida ella también, no supo explicar a quienes corrieron a auxiliarla cómo le ocurrió. En el momento en el que el cura inició la ceremonia se tomó la estructura cubierta por la superficie negra y soltando las amarras que la fijaban al terreno se retiró el manto que la ocultaba -ahora flotaba enorme sobre ella hinchado por el viento- acabando a su vez con el licuado interior del mundo y devolviendo la presencia construida a su lugar exacto. En ese preciso momento se prendió un fuego dentro de la cámara y se dejó arder.
Escena III
Ocurrieron muchas cosas más, unas palabras inaugurales de algunos, otros descubrieron una especie de piedra fundacional que aguardaba enterrada en la montaña de tierra del vaciado, la Biblia habló deedificar sobre una piedra rechazada por vosotros los arquitectos y en seguida empezó la carne a arder en la parrilla a pleno sol. Después del gran festín empezó la música y el baile. La extraña comunidad allí formada empezó a moverse al ritmo de la música de tambores y trompetas, empezando a desplazarse por el terreno y subiendo por la cubierta de la cámara, la plataforma de madera inclinada sobre la pendiente empezaba a acoger un ballet de figuras sin director. La montaña del vaciado se transformó en mirador y trampolín desde donde lanzarse con impulso hacia la escena festiva. Se empezaron a producir encuentros entre los del pueblo y los que veníamos de afuera. Aparecimos como forasteros, extranjeros de aspecto distinto y otra lengua, y nos encontramos tocados por algo salvaje, relaciones en bruto y una naturaleza que nos sobrepasaba, en medio de una fiesta de aire pagano donde todos tenían algo que ver con el otro, algo que bailar con cualquier otro. Vino la tele a grabar todas las polémicas, la de la belleza, la de los materiales, la de los dos bandos, pero a los vecinos no les importó demasiado, ellos producían y decían generosamente. Cantaban, hacían y deshacían escenas bajo un sol abrasador. Estas escenas ponían en marcha y reconstruían la potencia de todo un imaginario popular.
Con la idea de poner a prueba el espacio de la cámara para el tiempo ritual se llevó a cabo un casamiento ente el alcalde y su mujer, el alcalde ocupó entonces dos posiciones, la de esposo-alcalde y la de oficiante-alcalde, su voz hablaba desde ambas simultáneamente, junto a él El Santo Isidro, Mari -su mujer- tomó unas piedras del suelo como arras y se las pasaron por las manos. La inauguración abrió las compuertas a las profanaciones, poniendo en marcha un pasaje entre lo sagrado y lo profano, los autóctonos que allí estaban atravesaban ese pasaje cada vez que querían, sin asomo de pecado; parece ser que estas cosas en algunos pueblos son habituales, el límite entre lo ordinario y lo extraordinario parece diluirse.
A los extranjeros se nos aparecía un mundo primitivo y original preñado de significados. En nuestro participar intentábamos estirar algunas situaciones, empujándolas a las puertas de ese pasaje transfigurador. Nos creímos un poco coreógrafos, o directores de cine, pero allí no había extras, había espíritus deslenguados, y esas lenguas decían aquello que las cosas eran. Se abrió un tiempo de excepción, estos periodos que se dan en las guerras y las fiestas ajustan a cada uno en su lugar dando a ver lo que las cosas son. En Herreruela sucedió también así.
Se produjo un encuentro inesperado entre nuestro alcalde y el del vecino pueblo sobre la plataforma que veinte años antes decidieron crear para celebraciones comunes. La pareja de la guardia civil aparcó el jeep junto al banquete y se paseó uniformada entre la multitud de vecinos animosos, inspeccionaron también la ermita ya vacía, sólo quedaba el santo y los rescoldos del fuego en el suelo, alguno les vigilaba también a ellos desde los agujeros hexagonales por donde antes entraba el mundo. Este ajuste de fuerzas se produjo también entre los forasteros y los autóctonos. Las improvisadas parejas de baile acercaban a unos y a otros, algunos hombres de campo sacaban a bailar a invitadas extranjeras, sus mujeres observaban este encuentro protegidas con sombreros de paja. “Campa” aprovechó la ocasión y todos los bailes, decía que de joven era el que mejor bailaba en el pueblo. Ya de noche los forasteros nos emborrachábamos con él, el alcalde y alguno que iba quedando en el pub, miraba de reojo la puerta temiendo la llegada de su mujer informada de las noticias del baile. Este pub fue el lugar de encuentro después de la fiesta, la cita a las siete en el salón frente al plasma con todos los vecinos para ver el reportaje que acaba de grabar España Directo, mientras esperábamos que lo emitieran se sacaban platos con migas. Apareció de improvisto la retransmisión: la fiesta, la ermita, el entrevistador y su micrófono, el pié de las imágenes decía: “¿Es bonita mi ermita?”. Cuando aparecieron estas imágenes los pocos que quedaban en el pub ya ni siquiera miraban la pantalla, el alcalde hacía recuento de los satisfechos con la obra, repetía: “Que sepáis que un noventa por ciento de los vecinos están de acuerdo”, y miraba la pantalla distraído. Los familiares de otras provincias empezaron a llamar a los del pueblo. También yo avisé a mi abuela, que sigue viviendo junto a la Torre Tavira en Cádiz, para que lo viera. Los vecinos de Herreruela y su cámara habían dado forma a los acontecimientos que antes eran sólo un punto del mapa.
Estos encuentros dieron pié a otros durante esa primavera, como el día de esquila de las ovejas de Ildefonso. En una nave semiabierta una cuadrilla itinerante de autóctonos y rumanos desplegaban toda una técnica de agarre de animales y esquila de mantos de lana. Del techo pendía sobre cada esquilador un cable con un marcador para el recuento del que tiraba al acabar con cada oveja, desde ahí mismo colgaba también la máquina eléctrica de despelleje. Se hacían turnos de descanso fuera del redil, con unas brasas con carne de cordero y una mesa redonda sin platos donde se iba cortando la carne y el queso de oveja. Nuestra mirada forastera hizo que el trabajo fuera una fiesta de demostración, y que algunos críos y curiosos del pueblo acudieran a compartir el día de trabajo. En este territorio lo salvaje tomaba presencia cada tanto, a veces con toda su crudeza, el día de nuestra visita se produjo un fallo en el contacto de la máquina de esquila que estaba manejando el más grande y fuerte de los rumanos. El hombre cayó fulminado y con él la oveja a medio esquilar.
NOTAS PARA UNA ARQUITECTURA
Una materialidad amplificada ha entrado en circulación.
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La edificación surge como necesidad de separar lo sagrado de lo profano. Lo profano es lo que está fuera del templo, y profanar es exponer a la luz o alumbrar algo nuevo, pero también puede ser entendido como algo que le es devuelto a los hombres. Pensar una arquitectura que devuelva algo a los hombres, que exponga a la luz, que sea un pasaje entre lo sagrado y lo profano. La arquitectura siempre fue extranjera, vino siempre de fuera, en este sentido es una impertinencia, es bárbara, este término trae la idea de espacio, un exterior a un interior determinado. La arquitectura se piensa en el conflicto, en la tensión y en la contemplación de los límites.
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Una arquitectura fronteriza sería aquella que consolida los estados de máxima tensión. La arquitectura recupera su sentido como sistema de defensa, activa, como arma de contraataque.
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Una arquitectura táctil sería aquella que promueve el manoseo para ser conocida, el término háptico (no legalizado aun) viene del griego hapthai: perceptible por la piel sensitiva. Piel capaz de erizarse y conmoverse al contacto. Aquellas que renuncian a considerar su piel como un ropaje.
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Un lugar que articula el conflicto entre exterior e interior. El material de un abrazo, un acople. Una cópula de formas con el paisaje. Un escenario donde es posible al tiempo la clausura y la apertura.
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Una arquitectura guarida sería aquella que acontece a la intemperie, a la que llega el que vaga, el extra-vagante. Presentándose de manera opaca. Preferir el contacto a la vigilancia.
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¿Puede derivarse o destilarse una arquitectura que surge de un campo semántico? el que forman los prefijos exter- y extra- : extrañeza, extra-vagancia, extraordinario, extranjería, exterior, extremo, excesivo, exilio…Surgir como una anomalía, una singularidad, una alteración de la arquitectura, unaimpertinencia, una incertidumbre, una disidencia.
EN EL PAISAJE DE LOS COMUNES. UNA MORADA.
COMIENZA LA ARQUITECTURA.
Estas experiencias nos hacen pensar en la posibilidad de encontrar topologías de reunión donde el paisaje circundante sobre el que se asienta, antes un fondo exterior, pasa a ser un paisaje practicado. Producir un pliegue espacial filtrando esos exteriores infinitos en lo finito. Espacios que dan a ver la imagen de la transformación de ese mundo. Cámaras animadas que espacializan el Paisaje y lo acercan hasta ser tocado materialmente. Ser tocados por las imágenes del Paisaje. Con la aparición del Paisaje en el espacio interior intentamos avanzar conceptual y figurativamente hacia una topología de las envolturas de la vida.
En el proceso de renovación de la arquitectura atendemos aquí a una materialidad nueva. El paisaje toma forma material y pasa a ser infraestructura. Se reorganizan las fuerzas. Y cabe esperar que aparezcan formas espaciales de convivencia más complejas y arquitecturas de coproducción.
Nos parece justo atender como arquitectura a todo lo que ha dado forma al proceso de esta cámara solar. Y situarlo como un acontecimiento acotado pero nuclear en el tiempo de este paisaje, un supralugar donde el mundo y su materia acaecen bajo una forma nueva. El encuentro de un paisaje copulando con la arquitectura. Un refugio donde establecer un encuentro amplificado con el mundo. Una situación supercuerpo.
En este tiempo hemos visto como la materia se iba organizando desde la experiencia y como el espacio encontraba sentido en el desplegado de un movimiento vital. Encontramos una forma de mirar al mismo tiempo que una forma de construir. Quizá no se encuentre aquí ningún procedimiento nuevo, puede que sea bien antiguo, esto no importa ya en un momento en el que, rotas las amarras que sujetan a cada cual en y con su lugar, podemos bucear en un tiempo simultáneo. Aparece entonces una arquitectura profanada como la resultante de una operación compleja difícil de acotar, investida por los ojos del carpintero, del eremita, del santo, o del alquimista, llegando a un tiempo sin estilo, donde nada queda fuera y todo ocurre ya en el seno mismo del encuentro.
Hay muchos artífices de todo lo ocurrido: César, Alfonso, Jose Antonio, Manuel, Ana, Guille, Santi, Andrés, Antonio, Javier, Antonio, Natanael, Mari, Rafael y Susana entre tantos otros.
Proceso de construcción octubre 08-mayo 09
Inauguración- toma de augures, cámara oscura: 3 mayo 09
Film-ensayo “Ermita con la cámara”